Cuando hablamos de Radio Moscow, no podemos evitar mencionar unos conceptos clave “melenudos”, “psicodélicos” y “guitarreo”. Se trata de una banda americana de psychedelic rock, formada por el vocalista/guitarrista/”tocodeto” Parker Griggs, el bajista Billy Ellsworth y el batería Paul Marrone. La banda protegida de The Black Keys, pasó de visita por Barcelona en su tour europeo. Yo estuve allí, y os relataré mi experiencia.
El concierto inició y acabó con mucha fuerza, cosa que pocas veces te encuentras, un grupo que lo da todo en cada segundo de la actuación. El problema aquí es que oídas dos canciones, oídas todas. La [2] de Apolo es un lugar pequeño, agobiante, y si además sumas una hora y cuarto de música psicodélica, puede ser mortificante. Quizás el problema erradique en que abusan demasiado de los solos “ameisings” de guitarra, he de reconocer que Griggs es un virtuoso, però… bitch please, queremos un poco de variedad. Sinceramente noté que en la sala no se vivía demasiado entusiasmo, en el sector “primera fila” (del cual soy fan for life), era donde se encontraban: 1. Los fans de verdad de la buena 2. Los surferos de masas demasiado alcoholizados. Ahí sí que se vivía Radio Moscow, la gente saltaba y daba codazos por doquier. En el sector “no quiero morir chafado” o “he llegado tarde me quedo al fondo”, nos dedicábamos a movernos sutilmente al ritmo de la música o simplemente mover la cabeza para no quedar mal. Cabe destacar que sus melodías psicodélicas guitarreras, iban acompañadas de una fascinante proyección al fondo de la sala, justo detrás del grupo. Una especie de tapiz con manchas de colores y sobre ello un líquido que se movia al ritmo de la música, sinceramente, parecía que alguien hubiera escupido sobre un microscopio. Eso sí, si llevabas unas cuantas birras a tus espaldas (mi caso) te quedabas embobado mirando esa inquietante proyección.
El clímax del concierto llegó con el tema Frustrating Sounds, esa canción que los “no fans” habíamos escuchado en Spotify (dado que es la primera que aparece), entonces nos motivamos más e incluso la intentamos tararear. Fascinante el público, desde hipsters de melena hippie, bigote y gafapastas a rockabillys de cuarenta años. En conclusión, buena música, para media hora.