Análisis fílmico: Hierro 3 (Bin-jip)

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Una hora y 22 minutos. Eso es lo que necesita Kim Ki Duk para elaborar una historia inteligente. No necesita diálogos superfluos, ni tampoco giros argumentales. Sólo una historia simple, pocos personajes y un tema concreto para sacar una película de lo más fresca.

Su planteamiento, como todo director coreano, sorprende a primera vista. Pero si el genio coreano es un cine no hecho para cualquiera, menos es la obra de Kim Ki Duk Hierro 3. Una historia de romance atípica en el que las palabras sobran y son los gestos los protagonistas.

Amor parco en palabras. Esa es la historia de la relación entre los dos protagonistas. Por un lado está un vagabundo peculiar que se dedica a vivir en pisos deshabitados. Por otro lado, una pareja destrozada fruto del maltrato. La conexión entre estos dos elementos es el que produce la eclosión de este largometraje. Pero llama la atención que, mientras la relación de amor que se vive sólo se expresa en dos palabras durante la película, los otros personajes se dediquen a hablar. Sólo con eso ya despierta la curiosidad en un cine diferente.

Otro apunte que la hace muy interesante es que es una película inteligente. El espectador debe atar los trazos (y si no, ya lo hará más adelante) sobre la vida de cada uno de los protagonistas y sus sentimientos. Ahí hace falta un aporte, y es que la expresividad de la pareja hace mucho para el papel. Sólo con eso se elabora una historia donde los gestos hablan más que las palabras, y ese es también un mérito del guión, que consigue enseñar una historia con más de la mitad de la película sin ninguna frase.

La película tiene tres partes muy claras. La primera se produce desde el inicio, donde se muestra la vida del “vagabundo”, hasta que finalmente la esposa maltratada decide marchar del lugar y se fuga con el protagonista. En esta mitad todo es exposición de cada uno de los personajes hasta que el contacto entre dos de los protagonistas aflora. Ahí es cuando ambos toman una decisión que cambiará para siempre la historia de la película.

En la segunda mitad se muestra la convivencia entre dos estilos de vida que les ata una cosa en común: el silencio. Poco a poco, nacerá una amistad que eclosionará en amor, pero llama muchísimo la relación que se crea entre los dos sin mantener ni una sola palabra. Aquí es quizás la parte más rica de la historia, puesto que los gestos aquí son más ilustrativos que nunca. No obstante, los problemas del estilo de vida del vagabundo acaban arrastrando a la pareja a otros derroteros.

Aquí se produce ya la parte del desenlace. Entendiendo que ninguno de los dos puede adaptarse al estilo de vida que han llevado hasta ahora, cada uno adopta una forma distinta. Mientras la mujer espera a que él llegue, él consigue llevar su forma de vida más allá y experimenta con las nuevas habilidades que adopta. Eso le permite a Kim Ki Duk llevarle a un final muy original donde en un solo plano nos habla del final de una historia.

La película, lejos de lo que pudiera ser en su estilo, no cansa y está bastante bien rodada. Para todos aquellos que quieran ver una historia de amor diferente, ahí tienen un caso que podría gustaros.

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