De United y el Fútbol.

1-h

United es una película que nos habla del triste accidente aéreo en el que fallecieron  gran parte la plantilla del Manchester United y como afrontaron la tragedia los personajes que sobrevivieron a ella, como el mítico jugador Bobby Charlton (que sobrevivió al accidente) y el asistente que fue testigo de ella, Jimmy  Murphy. Es en ellos dos en quien la película se centra exclusivamente.

De todas maneras, es interesante hacer hincapié en el inocente mundo que retrata la película. Recordemos que la acción se sitúa en el 1958, cuando el deporte no se había masificado y convertido en el absurdo disparate que resulta hoy en día.

“Si quieres ligar, mejor no les digas que eres futbolista, cobras poco y en quince años estás sin trabajo, mejor diles que eres carpintero”

De hecho se abre el telón y se destapa la inocente ingenuidad del olor al cuero, de cuando el balón no estaba eclipsado por marcas corporativas, sino que era un simple trozo esférico de tela, de camisetas puras sin marcas ni nombres, que no demuestran más patrocinio que el de el coraje, del trabajo duro en días de fango y barro,  de botas no regladas y sin cámaras de aire especiales ni desvaríos varios, en que no importa el beneficio sino el medio, en que la inmersión en el juego hace que no existan más reglas que las que este mismo marca. Como decía Schiller, que sólo haya juego y nada más que juego, y es en este en que las reglas que nosotros aplicamos a la vida  desaparecen para crear otras que no responden más que al nuevo mundo que se crea durante unos noventa minutos y en la que todos los implicados se encuentran absortos exclusivamente por y para este.

Eran héroes anónimos. Nadie los conocía de la manera en que los conocemos nosotros, porque la comunicación era muy diferente. En la película al mismo Bobby Charlton lo toman por un mentiroso que afirma jugar en el equipo, justo cuando pretende inspirarse visitando el campo antes del partido. Porque el estadio aún tenía un sentido, y no se había convertido en el circo mediático de hoy en día, sino que se convertía en un elemento cohesionador de la ciudad, en la que cada clase de trabajador se sentaba para ver a unos chicos con los que se correspondían, porque eran del mismo lugar del que ellos provenía, y porque se conocían perfectamente, este es el hijo de tal y el otro es hijo de tal.   No vivían en lujosos apartamentos ni cobraban las exorbitantes fichas que se pagan hoy en día. No eran más que chicos de barrio con un poco de suerte, porque podían vivir de aquello que les gustaba.

Aún la competición no se había desvirtuado. El odio no era el motor principal del juego, sino que era la simple satisfacción de este. Sí, claro, Jimmy, el asistente, Arenga sus hombres pero lo hace de una manera sana, sin más interés de hacer que sus niños jueguen lo mejor posible. Por eso la película no muestra poco ni una escena del deporte mismo, porque no interesa el reflejo de la técnica o de los pasarratos, sino que es más interesante ver lo que hay detrás de la motivación, el motor sano.

El fútbol está más que muerto. Ya en la película se ven los primeros síntomas que han hecho que este haya desaparecido, cuando los motivos que no vienen del juego, sino que provienen de fuera, empiezan a cambiar las leyes de este para añadir elementos que desvirtúan el sentido original.   Porque cuando las reglas del juego se entromete con otras que no forman parte de este, todo acaba perdiendo su ingenuidad y gracia original.

Si hay que volver a levantar el espíritu original, el que vemos en la película, no será en campos que ya resultan cadavéricos y que están más que viciados por el contacto directo con el dinero y el estado que ha utilizado el circo como una propaganda política para tener a la población sumisa. Sí de verdad se quiere recuperar el espíritu se volverá al campo lleno de fango en el que el niño se ensucia, se volverá al elemento primigenio, a la inocencia del niño anónimo que no busca la fama sino la propia diversión  El niño que no pretende nada más que jugar y ser aplaudido por su padre y el amigo que ha venido a verle y quizá porque no, por la muchacha a la que quiere. En un encuentro sano, las dos partes se saludan al terminar el acto, porque las reglas del juego ya han terminado y el hombre vuelve a su cotidianidad, y no vuelve a importarle el juego hasta que en una semana vuelve a dedicarse a él, sus obsesiones desaparecen porque el sino el elemento que pretendía ser liberador se convierte en justo lo contrario, en un represor de conciencia.

Evidentemente la película no es ni mucho menos perfecta, el aire telefilmero atufa a largos kilómetros a la redonda, al igual que el tono hagiográfico que domina la película. La trama resulta previsible y pese a que trata de no caer en los tópicos, finalmente lo acaba haciendo.

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