François Truffaut: Tirez sur le Pianiste (Tirad sobre el Pianista)

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En la Nouvelle Vague también se realizaron películas de género. En el campo musical, tenemos los experimentos que realizó Jacques Demy, primero con el film en blanco y negro, Lola (1961) y después con Los Paraguas de Cherburgo (1964). En la ciencia ficción encontramos obras como Alphaville (1965) dirigida por Godard, o Fahrenheit 451 del propio François Truffaut. Este mismo director realizaría bien pronto (su segundo film después de conseguir el éxito comercial y crítico con su opera prima) una película de cine negro, titulada Tirez sur le Pianiste (tirad sobre el pianista, 1960).

Tirad sobre el pianista es una película de cine negro, lo que sucede es que es quizá se trata de una ruptura voluntaria con todos los clichés del género. El propio Truffaut admitió que realizó la película con tal de que no lo encasillaran, justo después de haber conseguido la palma de Oro en Cannes, tras la entrañable y célebre Les 400 coups (Los cuatrocientos golpes, 1959). Para romper con la tónica habitual del cine negro, Truffaut decide contar como estrella del reparto con Charles Aznavour, una de las estrellas musicales del momento, y que ya desde su propio físico marca una personalidad poco clásica respecto a los detectives y policías del género (enclenque y no demasiado atractivo). Pero además su personaje confirma la excepcionalidad de la película, pues está construido como un personaje traumático y tímido (en una secuencia construida mediante flashback se nos muestra al personaje de Aznavour comprando un libro para luchar contra su timidez).

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Pero esta pátina de desmitificación la encontramos más allá de nuestro personaje principal. Y es que desde luego nuestros gánsteres no son los tipos más habituales. Los diálogos de los dos revelan que nos encontramos ante unos personajes que aparentan ser poco malvados, pues mantienen conversaciones amigables con las personas a las que ellos mismos han secuestrado a punta de pistola. Aunque si es cierto que Truffaut introduce algún detalle interesante, pues en una de las secuencias más célebres de la película, uno de los gánsteres compone casi un monólogo él sólo, donde se delata como un absoluto machista. También encontramos en la película una prostituta (interpretada por Michèle Mercier, cuyo famoso desnudo le valió la crítica de gran parte de la censura-Las mujeres se tapan en el cine- espeta el personaje de Aznavour) que lejos de parecerse al prototipo de Femme Fatale, se acerca al modelo de mujer ideal y bondadosa, que incluso es capaz de cuidar al hijo adoptivo del protagonista de una manera casi materna.

El desarrollo de la película está centrado en su continua ruptura. La primera secuencia del film ya resulta significativa. En medio de la más absoluta oscuridad, se presenta el perseguimiento por parte de los gánsteres hacía el hermano del personaje principal, que anda metido en un lío (Un auténtico macguffin, pues nunca llegamos a enterarnos hasta el final de la película porque persiguen realmente al hermano, ni porque la toman con el personaje de Aznavour que no ha hecho nada) y que después de escapar entabla conversación con un tipo de la calle que le contará una curiosa historia acerca de su matrimonio. Ahí la película empieza a mostrar sus cartas; La continua ruptura de tonos será una constante de la película. Después el hermano llegará al bar donde está su hermano, y donde el protagonismo recaerá finalmente en él. La película parece entonces desarrollarse en este sentido, pero realizará un auténtico cambio de tercio cuando se nos presente a mitad de la película un largo flashback, que nos enseñará el pasado de nuestro protagonista principal, así como la fallida relación matrimonial que sostuvo con su exmujer (quien se llegó a suicidar). Después del largo flashback se volverá a la situación inicial, pero hacía el final de la película se abren diversas líneas narrativas (como el secuestro del hijo de Aznavour por parte de los dos gángsteres). Esta estructura tan embrollada puede amargar a más de uno, y el propio Truffaut advirtió sobre la película, clasificándola como una obra sólo apta para los más cinéfilos. Por momentos, tirad sobre el pianista da la sensación de no estar relatando ninguna historia.

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Desde luego la finalización de la película no habría sido posible sin la ayuda de una joven montadora, Claudine Bouché (en teoría la responsable del montaje había de ser Cécile Decugis, pero esta fue encarcelada por apoyar el frente nacional de liberación argelino) que inició su andadura con Truffaut en esta película, y que volvería a colaborar con el director en películas posteriores. A Bouché se le debe gran parte de secuencias que Truffaut había grabado sin tener una idea bien clara de cómo componerlas después[1], como aquella en la que el personaje principal se dirige a la sala del productor de música, y de ella sale una violinista que la cámara acompañará de manera deliciosa, hasta que esta se detiene al escuchar el piano de Aznavour.

 

 

[1] Carole Le Berre, François Truffaut: En Acción, Ed. Akal, Madrid 2005

 

 

Kyrios

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