Amen (2002)

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Kurt Gerstein fue un militar alemán, además de ingeniero, que se alistó a las terribles SS y sirvió al ejército alemán (cierto que fuera de los campos de batalla). Sin embargo, es conocido por ser uno de los pocos que denuncio el atropello de los campos de concentración (de los que además colaboró indirectamente) realizando diversos informes sobre el conocimiento de estos campos de exterminio, que finalmente utilizaron los aliados para los diversos enjuiciamientos a la cúpula nazi, una vez finalizada la guerra.

No podía ser otro director sino Constantin Costa-Gavras quien se encargará de dirigir la biografía de este singular personaje. Una película política y contundente más en la trayectoria del cineasta, que a lo largo de su carrera ha mostrado su buen hacer en películas siempre comprometidas, pese a lo espinoso de prácticamente todas sus obras. La segunda guerra mundial ya había aparecido de refilón en algunas de sus películas anteriores, como es el caso de Section Spéciale (Sección Especial, 1975) donde analizaba los crímenes de la colaboración francesa, pero es en Amen (Amén, 2002) donde definitiva se embarra el cineasta en este territorio. La película está basada en la obra de teatro que escribió Rolf Hochhuth, El Vicario.

Ulrich Tukur interpreta al protagonista principal de la película, Kurt Gerstein. La película arranca con la segunda guerra mundial ya iniciada, justo en el momento en que Gerstein empieza a dudar de los métodos Nazis (en realidad se simplifica la figura del personaje y sus anteriores disensiones con el Nazismo, como es habitual en una película que tiene un tiempo limitado) al ver los asesinatos que provocaron los dirigentes sobre los ciudadanos considerados de segunda, como los enfermos mentales. A partir de ahí, la película sigue un crescendo en el que nuestro personaje poco a poco irá disidiendo del gobierno al que pertenece.

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Después de comprobar los campos de concentración nuestro protagonista trata de contactar con la Iglesia y encuentra a un intermediario, el cura que interpreta Mathieu Kassovitz, que le servirá de enlace para intentar conectar al papa, y tratar de que este condene el nazismo desde su posición. En realidad el trasfondo de la película pone a primera línea el cristianismo y la manera en como afrontaron el Nazismo los diferentes miembros de la comunidad religiosa. Por una parte tenemos a los miembros cristianos que si defienden a los pueblos oprimidos y que tratan de luchar para que los crímenes sean condenados, que están representados por el personaje del cura o Gerstein (Que en realidad son minoría) y la restante mayoría de la Iglesia católica, que aparta la mirada ante los crímenes de guerra.

El Final es más que representativo, y es un cierre perfecto para la película. Después de haber asistido a tanta lucha por parte de nuestro protagonista, resulta irónico que el único personaje que acaba más o menos bien su historia sea precisamente el jefe nazi del campo de concentración, que encuentra una salida placentera en Argentina. Además de un cierre irónico, no deja de ser verosímil con la historia.

A la película le falta, en definitiva, el gancho final. Es digno de mención el hecho de que Costa-Gavras decida alejarse del efectismo sentimentalista habitual en todas las películas comerciales que han tratado el tema del Holocausto, recordemos sino la más laureada de todas ellas, Schlinder’s List (La Lista de Schlinder, 1993) de Steven Spielberg, pero la jugada de evitar abusar de secuencias explícitas o sentimentales acaba condenando la película a una terreno indefinido.  No hay demasiadas secuencias que se puedan remarcar, y no es una película de las que deja huella, sino que se olvida fácilmente. El Discurso del Cristianismo y la oposición al nazismo desde algunos alemanes honrados no aparece con convicción y en ocasiones el filme huele a rutinario: Las reuniones del padre de familia con sus hijos y esposa (que lo ven entre poco y nada y que una vez reunidos caen en los tópicos más reproducidos) el desarrollo de la situación de nuestro protagonista en torno a los Campos de Concentración y su oposición (los enfrentamientos con sus superiores no destilan demasiada originalidad) o los reiterados debates del cura con los alegados del papa. Todos ellos aparecen en la memoria cinéfila de cualquier espectador aficionado a las películas de esta temática.

En definitiva, Amén es una película dirigida desde la modestia, con buenas intenciones, pero en la que parece que Costa-Gavras no demuestra toda la mala rabia con la que si acometió otras anteriores películas. Tampoco consigue un igual grado de disección del tema como si consiguió en obras precedentes como Z.(Z., 1969), ni siquiera la mitad de su complejidad. La Rabia y la incorrección política aparecen diluidas, aunque es verdad que la película tuvo cierta polémica con algunos sectores del vaticano (aunque este sector no es demasiado propicio a la autocrítica).

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