Que Dios nos perdone (2016)

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Grata sorpresa es el filme que dirige Rodigo Sorogoyen, Que Dios nos perdone (Que Dios nos perdone, 2016), un thriller que llega en un año con una buena cosecha de ellos (recordemos el filme Tarde para la ira, también con Antonio de la Loma como protagonista) en el cine patrio.

Eso sí, la película no es un thriller al uso, ni una mera imitación de modelos extranjeros. El cineasta, Sorogoyen, selecciona los códigos del género pero los adapta a la situación cinematográfica patria. No sólo eso, la película se ambienta en el año 2011, con la llegada del papa Benedicto XVI, ¿Por casualidad? No, inteligentemente el guion esconde un mensaje socio-político (que quizá es el punto más flaco del filme, por no aparecer lo suficientemente desarrollado) en el que la cara oculta de la policía y de la sociedad queda al descubierto. El argumento es aparentemente sencillo, una investigación y persecución policial a un asesino en serie: Antonio de la Loma y Roberto Álamo interpretan a dos totalmente atípicos (aparentemente) policías de la capital, que se encuentran con un extraño caso: un brutal asesino y violador de ancianas. La investigación irá avanzando, al mismo ritmo que lo hacen los problemas.

A diferencia de numerosos filmes norteamericanos del género policíaco, donde existe veladamente (o de manera mucho más consciente) un enaltecimiento de los cuerpos policiales, en Que Dios nos perdone nos encontramos con una Buddy movie que va más allá de los tópicos. A lo largo del metraje somos conscientes (aunque la película nunca lo hace de manera exagerada o haciendo un foco demasiado maniqueo) de la actitud corruptiva en la que se mueven nuestros protagonistas. De hecho, ellos mismos son prácticamente la antítesis de los policías heroicos que tanto estamos acostumbrados a ver. Por una parte nos encontramos con el personaje de Antonio de la Loma (un aplauso por su magnífica interpretación, cierto que al igual que en Tarde para la ira, el guion le da un personaje que le permite explayarse actoralmente), un policía tartamudo (la película da a entender varios traumas infantiles) que es totalmente introvertido y que pese a su experiencia y pericia como investigador, tiene serios problemas emocionales. Igual sucede con el personaje de Álamo (quien también merece un enorme aplauso por su interpretación) que tiene una familia totalmente desestructurada, y que utiliza la violencia con cualquiera, incluidos otros miembros del cuerpo. Pero no sólo ellos, los demás miembros del cuerpo aparecen también perfilados de una manera similar. Es decir, la película evita claramente los claroscuros, para mostrarnos personajes que no son seres de luz (como si ocurre en numerosos filmes americanos del género). A ello debemos sumarle el hecho de la deplorable situación de la que se hace eco el filme, con una España totalmente en crisis, no sólo económicamente, sino también moral.

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Y es que Que Dios nos perdone es la cara amarga pero también real del género. Nos encontramos ciertamente con un asesino en serie, pero muchos de los procedimientos (desde la morgue, pasando por la ocultación de casos o más en concreto, la manera en como investigan nuestros protagonistas) son muy cercanos a la realidad, de tal manera que el filme juega también un interesante en la desmitificación de varias claves del género. El acento más importante de esta cuestión lo encontramos con el procedimiento de la investigación, mucho más cercano a lo que sería una investigación policial efectivo. Inteligentemente el guión afronta la obligación de definir al psicópata del filme de alguna manera. Algunos críticos han afirmado que es el punto débil del filme, por aportar una información irrelevante, pero lo cierto es que también forma parte de la desmitificación que realiza el filme, y que además utiliza el guion para mostrar una vena crítica hacía la hipocresía de la religión (que es siempre el telón de fondo). Desafortunadamente, el filme no es capaz de integrar del todo la llegada del papa con la crítica, algo que impide que Que Dios nos perdone sea una obra maestra.

Además, el filme se atreve a ir bastante más allá. Alguna secuencia rompe varios tabús sobre violencia y sexo en el cine español, más teniendo en cuenta de donde viene el dinero para hacer el filme (en parte del grupo A3media, lo que resulta aún más sorprendente).

Sorogoyen utiliza una puesta en escena contundente, que queda además subrayada por un inteligente y desasosegante uso de la música (que no deja ni un segundo de respiro al espectador). Algunas secuencias son realmente interesantes, por ejemplo, la conversación que mantiene el personaje de Antonio de la Loma con la mujer de la limpieza, rodada de manera simbólica utilizando un espejo (síntoma de que el personaje es incapaz de mostrar totalmente sus sentimientos, así como también trata de ocultar su propia tartamudez).

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