Aelita (1924)

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Yakov Protazanov fue uno de los cineastas pioneros en Rusia. Empezó trabajando cuando el cine aún era mudo y Rusia vivía en un régimen absolutista gobernado por la monarquía del Zar. Seguramente su película más famosa dentro de este período político fue Pikovaya dama (La Reina de Picas, 1916). Durante la revolución soviética el director permaneció en la Europa occidental, hasta que retornó a Rusia en el 1923. Su primera película en esta segunda etapa fue una adaptación cinematográfica de Aleksei Tolstoi (pariente del Tolstoi más famoso), que Protazanov convirtió en un curioso cuento de ciencia ficción. De las primeras cintas del género además. Se tituló Aelita (Aelita, 1924).

Aelita es en cierto sentido una de las primeras cumbres de la ciencia ficción. Hemos de tener en cuenta que el cineasta no tenía demasiados referentes en el ámbito cinematográfico, pues Aelita precede a filmes mudos como la posteriormente célebre Metropolis (Metrópolis, 1927) de Fritz Lang. Aún así, como veremos más adelante, el filme no se centra demasiado en las posibilidades que le ofrece el argumento, y por tanto encontramos en el filme una parte mucho mayor dedicada al drama y al romance que no a la ciencia ficción propiamente dicha.

La película nos presenta un argumento singular. Un joven ingeniero recibe una información en la estación de radio en la que trabajan, un mensaje que parece provenir del planeta rojo, Marte. Descodificando el mensaje se da cuenta de que se trata de Aelita, la princesa alienígena (con forma antropomórfica claro), que busca ayuda en el mundo humano. Sin embargo, paralelamente la película nos presenta un romance y lío amoroso entre los protagonistas de la historia (el marido ingeniero desconfía de su mujer) y ciertamente la trama resulta confusa. Para acabar de rematarlo, hacía el final de la película nuestros protagonistas acabarán llegando a Marte, donde vivirán unas extrañas aventuras. Pero como no podía ser de otra manera, todo esto era en realidad un sueño de nuestro ingeniero, como ya nos avisaba en los primeros compases. Un auténtico Lío.

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Aelita es de los pocos filmes soviéticos que cuestionan de manera abierta el sistema comunista (algo que le habría resultado imposible al cineasta años más tarde). Es cierto que la crítica no es principal sino secundaria, y que con una trama tan confusa es ciertamente difícil de comprobarse, pero eso no quita que no exista. Aparte de detalles secundarios que se ofrecen a lo largo del metraje (el caos que nos muestra el cineasta, incluyendo un desfile militar que entorpece la circulación) la película alcanza su máxima expresión hacía el final del filme, cuando el ingeniero acompañado de su compañero, desembarca en Marte. Ahí se encuentran con un estado totalitario, que tiene a los trabajadores esclavizados, obligándoles a trabajar en fábricas. Nuestros protagonistas dan un discurso enseñándoles que en la tierra les sucedía lo mismo (Con el Zar) sin embargo, dice que consiguieron desquitarse de la lacra e incita a los miles de esclavos a hacer lo mismo (Protazanov nos enseña planos poéticos de obreros en la tierra construyendo una hoz y un martillo). Los esclavos, envalentonados, consiguen la revolución, que finalmente fracasa porque Aelita, la princesa, decide convertirse en una dictadora, llamando a sus soldados para que vuelvan a poner en orden a la plebe. Un final que podría haber utilizado Protazanov para referirse a la propia revolución comunista (un tirano por un tirano), defendiéndose mediante el recurso onírico (como todo es un sueño, en realidad el director no ha mostrado nada). Lo cierto es que la película fue criticada duramente por la crítica de su país[1] que la tachó de ser un filme que había caído en la mentalidad decadente del mundo occidental. Además, veían a nuestro protagonista principal un claro ejemplo de la actitud burguesa que había que rechazar.

Lo cierto es que Aelita es una película que sólo es disfrutable en su parte pura de ciencia ficción. El romance que encontramos en medio del metraje resulta totalmente fallido. En cuanto a la ciencia ficción, hay que alabar al filme por mostrar uno de los primeros decorados de un mundo fantástico, en este caso la raza alienígena que habita en Marte. La civilización de Aelita aparece recreada con cierto detallismo, incluyendo un fabuloso vestuario, que en ocasiones por la concepción reiterada que hace de la geometría, puede evocarnos una influencia de la escuela Suprematista rusa.

La puesta en escena nos revela el hecho de que Protazanov era más un director ya del primer período mudo, y que no había renovado su técnica cinematográfica. A pesar de que en aquellos años el cine soviético estaba renovándose, con la manida escuela del montaje que lideraría Einsenstein, con filmes como Bronenosets Potyomkin (El acorazado Potemkin, 1925) Aelita es una película que abusa constantemente de tener una puesta en escena totalmente rígida. Sólo en un par de ocasiones se recurren a primeros planos (que rompen con el plano estándar que utiliza en el resto del metraje).

[1] YOUNGBLOOD, Denise, Movies for the Masses: Popular Cinema and Soviet Society in the 1920s, Ed.Cambridge university Press, Cambridge 1993, p. 110

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