Brat 2 (2000)

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En la primera Brat (Brat, 1997 ) nos encontrábamos con una película que poco tardaría en convertirse en una cinta de culto. El filme del cineasta Aleksey Balanov se dedicaba a retratar la transición de la Unión soviética  y del socialismo al capitalismo y la nueva Rusia, mediante una historia llena de entresijos culturales que tenían siempre un sentido concreto en la historia. Rusia se hacía pedazos y el personaje de Sergey Bodrov Jr. interpretaba uno de esos supervivientes que para lograr el nuevo “éxito” formulado por los nuevos tiempos, era capaz de asesinar, de vender su alma al diablo, porque toda moral había caído. Es necesario ver la primera parte de Brat para entender porque  tres años más tarde el mismo cineasta dirigiría una película similar, Brat 2 (Brat 2, 2000) una secuela que en realidad disecciona más los problemas del nuevo país, y que además toma el espejo americano para comparar y disertar.

La película nos vuelve a presentar a nuestro protagonista, interpretado por Sergey Bordrov Jr. (quien al morir trágicamente en el 2002 se convertiría en un actor de culto en Rusia) que se encuentra acomodado en Moscú. Después de diversos problemas, nuestro protagonista deberá embarcarse hacia América, en busca de una vendetta personal. La película adopta el género del thriller, y encontramos bastantes coincidencias con el cine americano de los noventa (como ya sucedía en la primera entrega) aunque con una singularidad inexplicable. Si es cierto que podemos palpar la aparente banalidad de algunos diálogos, dejes de postmodernidad que evocan a un lejano Tarantino, pero en honor a la verdad, el cineasta construye su propio camino, bastante más reivindicable que otros directores que son incapaces de construir un discurso detrás de la violencia.

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Y es que lo más grandioso de Balanov es que es capaz de realizar una secuela sin repetirse, sino precisamente al contrario, expandir su universo de manera brillante. A lo largo de la película escuchamos en varios momentos la canción del célebre grupo ruso, Nautilus Pompilus, Goodbye America. No es casual. En dicha canción, se recoge uno de los estereotipos más evocados de la Rusia soviética, la relación de idealización que existió en gran parte de la sociedad rusa, que veía América como una tierra de libertades (el sueño americano, a la postre). Precisamente, lo que hace Balanov con la película es lo mismo que había hecho con su primer filme, derribar mitos. Si en la primera película había derribado el mito de una transición idílica, en esta segunda parte se dedica a derribar (eso sí, con muchísimo respeto) el mito americano, y a la reiterada idealización a la que la canción de Nautilus Pompilus hacía referencia.

Los elementos de esta ruptura con América, y en el fondo, como veremos más adelante, con el capitalismo, son más que evidentes. Para empezar, los malos de la película no son sólo rusos, sino también americanos. Pero donde más se explaya el cineasta es en el viaje de los protagonistas en América. Al principio, cuando nuestro protagonista se encuentra con el personaje de Ben, un camionero corriente, el sueño parece funcionar, todo es correcto y las postales fotográficas que nos presenta la película van acorde con lo que sucede. Hasta que el sueño se hace añicos. Y sucede precisamente en un lugar concreto del filme, como es el momento en que nuestro protagonista observa como un chulo le quita el dinero a una prostituta, que para más inri, es rusa. Y posteriormente, el cineasta irá desmontando el mito, siempre de una manera sutil, pero concisa: el racismo, la codicia, el materialismo…

Hay que escuchar con atención el discurso que realiza el personaje principal, concluyendo su experiencia vital en América. El dinero, no lo es todo. El dinero es capaz de corromper todo lo que toca, como es el caso de la prostitución o de los múltiples cadáveres que se han dejado. Su hermano no lo creerá y acabará convirtiéndose en una pequeña alegoría de los nuevos ricos rusos (magnífica secuencia final, por otra parte). El sueño del capitalismo se ha roto. La mierda aflora en todos los sitios y sólo existen las buenas perdonas (como Ben, como su amigo Kolya). Lo demás son paparruchas.

A diferencia de la primera parte, Brat 2 es una película que abandona ligeramente la introspección (aunque en realidad la película toca diversos temas que han sido poco tocados por la crítica occidental) para abrazar más la acción y el thriller. Aún así, Balanov mantiene la esencia de su cine.

La estética de la película, al igual que con la primera secuela resulta más que adecuada para lo que se está narrando. Sucia, decadente…también la iluminación del filme está bien ideada. El único problema de Brat 2 es un montaje irregular (¿Fruto quizá de las disputas entre cineasta y productoras?) que hace que el filme tenga en ocasiones cortes demasiado bruscos, que rompen con la lógica de la película.

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